Uno

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Uno


El señor Ferbs caminaba por las calles de su querido pueblo como si de un Duque se tratase. Su comunidad lo adoraba. La gente incluso le hacía reverencias. Era el hombre más rico del pueblo y también el más educado. Era amado por sus semejantes. El hombre perfecto con un semblante digno.    Lo que nadie sabía de él, su secreto más oculto, era que le gustaba secuestrar y torturar mujeres.
Las ocultaba en una cabaña en el bosque, donde nadie miraría porque era de su propiedad. Una de sus torturas favoritas era el fuego, le encantaba ver cómo la piel burbujeaba hasta desprenderse de los músculos. Utilizando siempre su mechero rojo. Su favorito también.
   Ese día, mientras paseaba recordando su última tortura, el deseo de encender su puro habano se hizo más intenso. Metió la mano en el bolsillo y sacó su mechero que se deslizó por ella hasta llegar al suelo. En el momento en que se agachaba a recogerlo, un joven, llamado Eric, vestido con una camisa de felpa a cuadros, le propinó un golpe que lo llevaría hacia su destino final: la acera. 
   Mientras el chico caminaba indiferente a la escena que se desarrollaba tras de sí, la sangre del señor Ferbs manaba de la herida abierta en su sien derecha.
   Su instrumento favorito de tortura le llevó a la muerte.

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